A partir de la enfermedad y posterior muerte de mi papá, comencé a perder pelo de una manera algo inusual. Como ambas situaciones me generaron mucho stress, pensé que con el tiempo mejoraría... pero el problema continuó.
Ante tal inconveniente desangré mi ya adolorido bolsillo con unos costosos tratamientos que me recomendaron en el salón e incluso usé una fórmula médica que, de lo fuerte que era, casi me mata de una alergia.
Cansada de ver como mi pelo prefería estar en mi cepillo y en el suelo que en mi cabeza, decidí pagarle con la misma moneda y el viernes, en medio de un tremendo aguacero, llegué al salón y me lo corté... Ahora solo remedios naturales o "trucos de la abuela" para fortalecerlo, porque como dice el slogan de un comercial "la vida no es para complicarse".
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